Lidia Gascó (28 años) es una apasionada del arte, el cine, los videojuegos y la música. Ahora, está inmersa en perfeccionar su toque a la batería y en producir canciones. Es una más de esas mujeres jóvenes con el VIH que buscaban referentes y que, en el camino, se están convirtiendo en uno.
¿Qué recuerdas del momento de tu diagnóstico? ¿A quién se lo contaste primero?
Me sentí como en un avión con turbulencias, sin saber si iba a aterrizar bien o no. Y eso que dicen los pilotos y la gente que entiende de aviones que las turbulencias son normales, que no te va a pasar nada, pero bueno. Fue un caos. No tenía ningún tipo de información, mi primer pensamiento, como el de muchísimas personas, fue “nos vamos a morir”. A pesar de que era 2021, y de que la ciencia ha avanzado muchísimo, lo sentí como si estuviésemos en los noventa por la ignorancia que tenía en ese momento.
La primera persona con la que hablé fue con mi madre. Admito que yo no le transmití la seguridad que debería. No le di la confianza ni transmití la tranquilidad que debería, algo que ahora sí podría hacer. Los primeros meses fueron muy duros, cien por cien por culpa de la ignorancia.
¿Cómo ha sido el proceso de compartirlo con tu entorno?
Por ejemplo, en tema laboral, ayer fue la primera vez que salí del armario. Ayer, en mi primer día en este nuevo trabajo, se lo dije a mi superior: “Mira, quiero que sepas que voy a faltar por tema de analíticas”. (La entrevista se realizó el 16 de septiembre). Antes de eso, creo que lo segundo más difícil ha sido el tema familiar. Mucha gente de mi familia todavía no lo sabe y se va a enterar por cosas como esta campaña en el Metro de Madrid o el podcast que sale en octubre.
Lo más fácil fue el tema amistades. Me rodeo de gente muy “open mind», gente sin prejuicios, muy empática. Mis amigos no tienen ningún tipo de prejuicio conmigo ni con nadie, y fue bastante fácil. Lo más fácil también fue mi época de citas, lo usaba como un filtro. En la primera cita hablábamos de lo típico, y yo ya decía: “Oye, quiero que sepas esto”. Dependiendo de las reacciones, sabía si era una persona con la que podía compartir mi vida. Porque al final, si ya me juzgan solo por eso, que no me define, considero que no vale la pena mantener ese tipo de vínculo.
“Si ya me juzgan solo por eso, que no me define, considero que no vale la pena mantener ese tipo de vínculo”
¿Has sentido el estigma asociado al VIH?
Sí, al principio mal, yo misma me juzgaba. Pero con los años, sobre todo estos últimos dos desde 2023, cuando ya llevaba dos años con el diagnóstico y conociendo gente que básicamente es como yo, que le da igual y sabe que esto no me define, he ido aprendiendo poco a poco a perdonarme. Todavía no sé bien qué tengo que perdonar, pero sí me he ido perdonando algo. He aprendido a abrazar el diagnóstico, antes lo rechazaba e incluso lo negaba. Hubo una época en la que no hablaba con nadie, no decía nada y, ahora, lo llevo como debería.
A raíz de esto, he crecido un montón como persona. Puse más límites con gente que quizá nunca tuvo que estar en mi vida, y ahora soy mucho más consciente de lo que implica el estigma. Me ha abierto los ojos en muchos aspectos de mi vida. A nivel personal, donde más me afectó fue en la autoestima. Con los años, esto ha ido desvaneciéndose. Hoy, lo que más me duele es la relación con un familiar cercano, se ha roto un vínculo que era importante para mí. Pero tengo otros dos miembros en la familia que son mis mejores amigos, y eso demuestra la importancia de rodearse de personas que te apoyen y compartan tus valores. Gracias al diagnóstico, tengo clarísimo que solo quiero personas que me apoyen, que respeten mis límites y valores.
Háblanos de tu experiencia en tu relación con los profesionales médicos.
Yo estaba en una pareja monógama cerrada desde hacía un año y fui al ginecólogo de la Seguridad Social para un chequeo rutinario, algo que hacía todos los años. Fui súper confiada, pensando que todo estaría bien, por estar en una relación cerrada. Días después, la ginecóloga me llamó diciendo que tenía que hablar conmigo y que era algo muy urgente, pero que me daba cita para dentro de tres semanas. Para mí eso fue un shock: “¿cómo puede ser algo urgente y que me cites dentro de tres semanas?”. Con retrospectiva, veo que fue una negligencia grave, porque esas tres semanas podrían haber tenido consecuencias serias.
No podía esperar. Busqué los resultados por mi cuenta en una app de salud de Cataluña y el lunes ya estaba buscando un hospital donde acudir. Finalmente, fui al Vall d’Hebron en Barcelona. En el Vall d’Hebron todo cambió. La atención fue intensiva, muy completa. El médico que me atendió entonces es el mismo que sigue llevándome mi seguimiento hoy, y me tranquilizó y explicó todo de manera clara. Ahí sí que fue todo genial.
Además, al mes de estar en seguimiento, la enfermera Rosa me explicó todo: que podía tener hijos y que el bebé saldría completamente sano. Me dieron toda la información y gestionaron todo rápido. De hecho, hasta me replanteé algo que llevaba más de veinte años diciendo, que no quería hijos. Saber que podía ser madre y que todo estaba controlado me dio una nueva perspectiva. Quizás ahora tengo una nueva meta en mi vida.
¿Se vive de forma diferente este proceso siendo una mujer joven?
Un tiempo después de mi diagnóstico me puse a estudiar estadísticas de Estados Unidos, Europa, España… todo. Aprendí que existimos. Las estadísticas hablan por sí solas. Pero todavía no queremos salir del armario. Estoy deseando que salgan más mujeres. Dudo mucho que no haya ninguna actriz o cantante positiva, porque existimos. Todo el activismo que estoy haciendo es para romper barreras, abrir puertas y mostrar que estamos aquí. Seguro que habrá muchísimas mujeres con el VIH que lean esta entrevista y se sientan identificadas conmigo.
“Estoy deseando que salgan más mujeres. Dudo mucho que no haya ninguna actriz o cantante positiva, porque existimos”
¿Qué mensaje te gustaría transmitirles?
Que no se sientan solas, que busquen información. Sobre todo, que sepan que van a estar bien, que van a estar vivas. Si se cuidan con la medicación, van a tener una vida maravillosa, como la tenían antes del diagnóstico. Otra cosa es que lo quieras contar o no lo quieras contar, pero que en su intimidad no se avergüencen. Que se puedan mirar al espejo y decir: ‘Soy una mujer de puta madre”.
¿Por qué crees que es importante acudir al Pride Positivo?
Para mí es importante participar porque no quiero que ninguna persona con diagnóstico, ni sus amigos, familiares, parejas o compañeros de trabajo, se sientan solos. Estamos allí para acompañarnos, abrazarnos y darnos todo ese amor que la sociedad nos intenta quitar todos los días con el estigma y los prejuicios. Es un día para repartir amor, da igual si eres positivo o no, o si no conoces a nadie con el diagnóstico. Repartir amor, sujetarnos de la mano y que sepan que estamos ahí, que no todo es redes sociales. El Pride Positivo es mucho más cálido, estamos en persona, los corazones latiendo juntos, haciendo comunidad.
