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Jesús Carballo (34 años) es diseñador y tiene su propia marca de ropa. Entre otras prendas, crea faldas, una disciplina donde expresa cómo es y cómo quiere ser. En 2023, fue elegido Mr Gay Canarias, un espacio y altavoz que aprovechó para hacerse visible como persona con el VIH.

¿Cómo recuerdas el momento de tu diagnóstico?

Lo recuerdo muy claro. Cada seis meses me hago una analítica, y en una de esas me detectaron VIH. No me lo creía. Llamé a la que en ese momento era mi mejor amiga y me fui a un médico privado a hacerme la prueba de confirmación. Evidentemente, yo no tenía nada de conocimiento sobre la enfermedad, mi amiga menos, porque me acuerdo la primera frase que me dijo ella: Bueno, ahora disfruta, que no sabes cuánto te queda. A mí, en mi casa, nadie me habló en ningún momento de sexo. Yo no echo la culpa a nadie de mi familia, al final nosotros sabemos lo que hacemos, y los riesgos, pero a mí nadie nunca me habló de sexo.

¿Qué te motivó a contar públicamente que vives con VIH?

Me diagnosticaron el VIH a los 18 años. Al principio sentí mucho miedo. Miedo al rechazo, al qué dirán, al no encajar e incluso a mí mismo. Y fue hace apenas dos años, cuando me presenté a Mr. Gay España, donde decidí contarlo abiertamente por primera vez. Recuerdo que justo en el momento de la inscripción me pregunté: ¿Qué quieres aportar tú al colectivo presentándote a un certamen como este? Y la respuesta fue clara: Es momento de dejar de tener miedo y liberarte.

Después de ese momento, me escribían personas por redes sociales. Me decían, gracias porque me ha servido de apoyo para romper mi propio estigma, contárselo a mis amigos y a mis personas más allegadas. Para mí ese fue mi regalo, mi premio, sentir que había alguien al otro lado que necesitaba también esa visibilidad. A un amigo mío también se lo detectaron a las semanas y lo primero que hizo fue llamarme. Yo sé que en ese momento si él no supiera que yo soy positivo, no me hubiera llamado nunca, no me lo hubiera contado porque él lo ocultaba.

Ahí comenzó lo que yo llamo mi doble liberación. Por un lado, hablar de mi diagnóstico sin vergüenza. Y por otro, expresarme con total libertad, usando faldas, mostrando una nueva masculinidad. Con el tiempo entendí que mi historia no era algo que debía esconder, sino algo que podía transformar. Contarlo fue un acto de poder, y también una forma de tender puentes, de decirle a otras personas que no están solas, que vivir con el VIH no te quita dignidad, ni belleza, ni futuro.

“Vivir con el VIH no te quita dignidad, ni belleza, ni futuro”

¿Qué ha significado para ti visibilizarte como una persona con el VIH que además rompe estereotipos de género?

Para mí ha sido fundamental mostrar que no hay una única forma de ser hombre, ni una única forma de vivir con el VIH. Durante mucho tiempo, la masculinidad se nos enseñó como algo rígido: ser fuerte, no mostrar emociones, encajar en una norma. Pero yo elegí romper con eso. Elijo maquillarme si quiero, hablar desde la ternura, mostrar sensibilidad sin miedo. La libertad de expresión de género es una forma de resistencia y también de sanación. Es decir: soy todo lo que soy, y no tengo que encajar en ningún molde. Contarlo y vestirme como quiero, así se ve mi libertad.

¿Qué barreras enfrentaste al inicio? ¿Cómo las superaste?

Tuve muchísimo miedo. El miedo era como una sombra constante: miedo a no ser amado, a ser señalado, a perder vínculos. Pero con el tiempo entendí que ese miedo no era mío: era un miedo que me habían enseñado. Y cuando decidí hablar, ese miedo empezó a perder fuerza. Lo transformé en motor, en motivo, en orgullo. Hoy mi historia ya no me pesa, me impulsa.

“Cuando decidí hablar, el miedo empezó a perder fuerza. Lo transformé en motor, en motivo, en orgullo”

A las personas que no son visibles, y que pueden vivir el diagnóstico desde el miedo o el silencio, ¿qué mensaje les mandarías?

Les diría, primero, que no tienen que correr. Cada proceso es válido y cada historia tiene su propio ritmo. No hay una forma correcta de sanar ni un momento exacto para hablar. Pero también quiero que sepan que no están solos, que no están solas. Somos muchos, y vivir con VIH no es un final. Puede ser, de hecho, el comienzo de una vida más libre, más auténtica. Se pueden romper los miedos, los estigmas y también los géneros. Porque no hay nada más poderoso que vivir tu verdad sin pedir permiso.

Hablas de una “doble liberación” muy poderosa. ¿Cómo fue ese proceso de romper con los miedos y empezar a expresarte libremente, también desde el género y la identidad?

Al principio fue raro, incluso incómodo. Porque no estaba acostumbrado a hablar abiertamente del VIH, ni tampoco a expresarme como realmente quería. Sentía que tenía que esconder partes de mí, mi diagnóstico y también mi forma de vestir, de sentir, de ser. Pero eso ya no es así. Decidí hablar. Y cuando lo hice, fue como quitarme un peso de encima. Decirlo en voz alta fue decirme a mí mismo: Esto también soy yo. Y no me avergüenza. Desde ahí, todo empezó a cambiar. Me empecé a mostrar sin filtros: con mi historia, con mis faldas, con mi manera de romper los estereotipos. Y en ese momento dejé de sobrevivir, para empezar a vivir.

En tu camino has hablado de miedo, pero también de cómo lo transformaste. ¿Cómo lograste convertir ese miedo al rechazo en orgullo?

Creo que la clave fue encontrar seguridad en mí mismo. Porque cuando empezamos a hablar, no solo nos desahogamos, también sanamos. Ponerle palabras al miedo fue lo que me ayudó a atravesarlo. Dejé de ocultarme y empecé a mostrarme tal como soy. Y entendí que no necesito pedir permiso para existir, ni para expresarme, ni para contar mi historia. Hoy, cada paso que doy, cada vez que me muestro sin miedo, estoy diciendo: Aquí estoy, con todo lo que soy. Y eso también es orgullo.

¿Qué significa para ti el Pride Positivo?

Yo lo descubrí hace dos años y para mí fue como una plataforma de apoyo. Da igual que se sea seropositivo o no, al final es una plataforma de apoyo para que venga la persona que sea positiva, pero que también vengan sus amigos, sus familiares, para apoyarte a ti, y apoyar a los demás. No hay miedo, no hay prejuicio, se puede vivir perfectamente con el VIH.

“El Pride es una plataforma de apoyo para que venga la persona que sea positiva, pero que también vengan sus amigos, sus familiares.”

¿Cómo viviste tu primer Pride Positivo?

En lo personal fue muy guay. Vine de Tenerife con un grupo de amigos de la discoteca donde trabajo los fines de semana. Porque al final se lo cuentas y no pasa nada y les dices vamos, anímense, que necesitamos hacer ruido, necesitamos movilizarnos.