Tras haber conseguido la pastilla única contra el VIH, de uso diario, el futuro del tratamiento antirretroviral pasa por la aparición de nuevas terapias de larga duración que permitan una liberación prolongada de la medicación y que los pacientes puedan ser tratados cada varios meses.
Así lo han asegurado varios asistentes al ‘V Encuentro de Salud Pública: Desafíos en Políticas Sanitarias de VIH/Sida: envejecimiento, comorbilidad y nuevos diagnósticos’ organizado en Madrid por la Fundación Gaspar Casal, con la colaboración de Gilead.
La aparición de varios fármacos que atacan al virus por diferentes flancos y reducen su presencia en el organismo a niveles indetectables, sin lograr eliminarlo del todo, ha permitido cronificar la enfermedad. Y la aparición de tratamientos que combinan estas moléculas en un único comprimido los hacen más fáciles de utilizar para el paciente y evitan posibles olvidos o problemas de cumplimiento.
Esto ha permitido a los médicos «ir cambiando del tratamiento en función de las características o la respuesta de los pacientes», ha reconocido Peter Reiss, del Centro Médico Académico de la Universidad de Amsterdam (Países Bajos), al tiempo que «se mantiene su facilidad de administración».
Pero el siguiente paso, avanza este experto, está en ir más allá y lograr que haya tratamientos de liberación prolongada, bien inyectables bien mediante parches transdérmicos, que puedan administrarse cada tres o cinco meses, ha añadido Jesús María García-Calleja, epidemiólogo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra.
Actualmente ya se están realizando ensayos clínicos con estos nuevos tratamientos y, aunque todavía son preliminares y deben recibir las pertinentes aprobaciones de las agencias reguladoras, García Calleja reconoce que «igual su desarrollo es rápido y en uno o dos años hay resultados suficientes».
En lo que coinciden ambos expertos es que, en principio, está previsto que estos tratamientos se dirijan a todos los pacientes. «No se puede decir que de aquí a 10 años se estarán tratando todos los pacientes con parches o inyectables, sino que habrá diferencias y grupos de pacientes en los que habría que priorizar su uso», ha advertido Reiss.
Entre estos pacientes estarían los que tienen más dificultades para cumplir con su medicación o más problemas para acceder al tratamiento, como los colectivos más desfavorecidos o usuarios de drogas inyectables.
La esperanza de vida, similar a la de la población general
Por otro lado, en el encuentro también se han abordado los problemas asociados al aumento de la esperanza de vida de las personas con VIH, que en muchos casos es similar al de la población general, lo que llega asociado un extra de carga de enfermedades crónicas.
En ese sentido, el profesor Reiss ha destacado que las personas con VIH también tienen más riesgo de padecer enfermedades asociadas a la edad, como un mayor riesgo cardiovascular, pero todavía no se sabe por qué sucede. En cualquier caso, advierte, esto hace que sea «aun más adecuado» mejorar la detección precoz de la enfermedad e iniciar el tratamiento cuanto antes.
«Podría haber algunos fármacos que puedan haber afectado a algunas comorbilidades que tienen estos pacientes, pero si echamos la vista atrás a hace 10 años estamos mucho mejor que entonces, por lo que el mensaje clave es que tratar siempre es mejor que no hacerlo», ha insistido este experto.
Además, en el encuentro los expertos también han destacado que se necesita mejorar la participación de Atención Primaria en el diagnóstico precoz, la movilización comunitaria, la mejora en el acceso a los nuevos diagnósticos y a los servicios de prevención y tratamiento, así como, promover la adherencia a los tratamientos como se intenta en cualquier otra enfermedad crónica.
Agencias