Arancha Barreiro: «He tardado 32 años en contar que tengo VIH»

Hay historias que empiezan por el final. Esta es una de ellas.

Como en Ciudadano Kane, la película de Orson Welles, una frase formulada al inicio, justo antes de morir el protagonista, puede ser la llave para comprender toda una historia contada posteriormente. Hace apenas unos meses, Arancha Barreiro (Vitoria, 1969) contó al mundo que tenía VIH. Lo había mantenido oculto durante 32 años, salvo para sus más cercanos. Con 52, decidió anunciarlo a lo grande: en la celebración del primer Pride Positivo, celebrado en noviembre en España para visibilizar a las personas con VIH y acabar con el estigma. Fue su rosebud.

¿Por qué ahora? Aran, que así es como la llaman sus amigos, deja a un lado esa risotada tan típica suya y se pone seria. Lo explica así: “Mis hijos son mayores, ya no hace falta que los proteja”. Una afirmación que resume bien el estigma que sigue existiendo alrededor del virus: de no ser porque sus hijos son mayores, seguramente no habría dado el paso.

“Lo he contado ahora porque mis hijos son mayores y ya no hace falta que los proteja”

Aran es de complexión fuerte, una mujer arrolladora. ‘Today is a good day’, se lee en su jersey verde fluor de lana. Viste vaqueros grises y deportivas negras. Acaba de llegar de la peluquería. Tiene el pelo rizado cobrizo (“teñida”, reconoce). Se lo ha recogido y se le ve la cara radiante. Y se ha puesto carmín en los labios. “Me van a sacar fotos, ¿no? Pues tendré que salir bien”, se excusa coqueta.

Víctor, su marido, se une a nosotros al final de la conversación. Es electricista. Viene de trabajar. Más relajado, sabe gestionar el ímpetu de Arancha. ¿Cómo es Aran?, le preguntamos sin preámbulos. “Tiene don de gentes. Es afable, aunque, según su estado de ánimo puede mostrar malos modos. Pero, igual que nuestro hijo mayor, llega a un lugar y consigue que la gente se sienta cómoda en seguida. Y es muy alegre”. A lo que Aran añade, con retranca: “Sí, pero con mi psiquiatra pegado al culo todo el día”.

Salta la pregunta: ¿cómo una mujer así ha mantenido en silencio su condición serológica tanto tiempo? “El peso del estigma es mucho peor que la enfermedad. Sí, ya sé que se dice infección, pero a mí me da igual… Mis hijos ahora pueden defenderse cuando les digan que su madre es una sidosa”, señala.

Sergio, su hijo menor, lo ve de forma más natural. “La verdad es que, cuando me lo dijo, me lo tomé de manera muy normal. No me afectó realmente, no me afectó para nada. No hubo un antes ni un después”.

Puedes leer la entrevista completa en EresVIHda.es

 

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