La información obtenida subraya la importancia del diagnóstico y el tratamiento precoz con la terapia antirretroviral.
A los 4 meses de haberse infectado una persona con el VIH, éste comienza a evolucionar genéticamente y a reproducirse de forma independiente en los cerebros de las personas infectadas iniciando así la enfermedad. Lo acaba de descubrir un equipo de los Institutos Nacionales de Salud de EE UU, y es una información que, según reconoce Dianne Rausch, de la División de Investigación del Sida del Instituto Nacional de los NIH de Salud Mental (NIMH), subrayan la importancia del diagnóstico y el tratamiento precoz con la terapia antirretroviral. «Cualquier retraso en el inicio de la terapia supone incrementar el riesgo de que el virus pueda encontrar refugio y causar estragos en el cerebro, donde algunos medicamentos son menos eficaces, y donde se esconde para resurgir incluso después de que el virus se haya eliminado en la sangre».
La información, que se publica en PLoS Pathogens, se ha obtenido gracias a un análisis del líquido cefalorraquídeo (LCR) de un subgrupo de pacientes con VIH en los que se ha podido determinar que el virus había comenzando su replicación dentro del cerebro dentro de los primeros cuatro meses de la infección. El estudio analizó a 72 pacientes que no habían recibido tratamiento durante los dos primeros años de la infección.
Antes de este estudio, se sabía que el VIH es capaz de penetrar fácilmente en el cerebro y de provocar problemas neurológicos y, ocasionalmente, causar demencia durante la infección. Sin embargo, había poca evidencia sobre la rapidez con la que el VIH puede afianzarse y prosperar. Tampoco estaba claro en qué medida el cerebro sirve como escondite de difícil acceso desde el cual el virus puede volver a infectar el cuerpo, incluso si se elimina de la sangre y el tejido linfático gracias al tratamiento.
Virus genéticamente diferentes
Las evidencias sugieren que en la mayoría de los pacientes formas periféricas del virus infectan las células inmunes que se diseminan al cerebro a través de la sangre. Sin embargo, en algunos casos, parece haber versiones genéticas del virus que no se encuentran en la sangre y que parecen evolucionar en el cerebro. De esta forma, comenta Rausch, podría convertirse en un depósito de virus independiente, capaz de fabricar formas mutantes y resistentes al tratamiento que podrían volver a infectar al paciente después de un tratamiento aparentemente exitoso.
Para Ronald Swanstrom, del Centro para la Investigación del Sida de la Universidad de Carolina del Norte los resultados subrayan la importancia de las pruebas de VIH de rutina para detectar la infección lo antes posible con el fin de permitir el comienzo temprano de la terapia antirretroviral.
ABC