Aunque el tratamiento antirretroviral ha supuesto la cronificación de la infección, y esto ha significado la mejora sustancial de su calidad de vida, las personas con VIH siguen estando expuestas a un alto riesgo de padecer diversos problemas de salud mental (ansiedad o depresión, por ejemplo) y de consumo de sustancias si se compara con las personas sin VIH.
Y esto tiene consecuencias. Tanto es así, que las personas con el virus tienen un riesgo tres veces mayor de suicidio que la población general y un riesgo de depresión dos veces mayor. El riesgo se multiplica especialmente en los primeros dos años después de la infección. Las ideas suicidas también pueden estar asociadas a conductas de riesgo de transmisión del VIH y a una peor adherencia a la terapia antirretroviral. Hay estudios que así lo constatan. Sin embargo, pocos trabajos han examinado los factores de riesgo clínicos y sociodemográficos, o el impacto del uso de sustancias asociadas con las ideas suicidas entre las personas con VIH.
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